¿Leer en vacaciones? Por supuesto. Vacaciones es el único tiempo en que la gente tiene tiempo. De leer, de hacer todo cuanto no hace el resto del tiempo. Además, leer es un plan divertido que contribuye a hacer de las vacaciones, el mejor tiempo de todos los tiempos.
¿Qué leer? He ahí el dilema. Eso depende de los gustos. Quien no quiere “pensar mucho”, como algunos dicen, pues lea aventuras y déjese arrastrar por la corriente de las entretenidas tramas. Quien, por el contrario, considera que si no es para ejercitar el intelecto no vale la pena hacer nada, están las lecturas complejas. Los ensayos, por ejemplo.
Para un escritor como Juan Diego Mejía, los niños y jóvenes bien podrían ocupar algunas horas a una novela aventurera de Mario Mendoza, Lady Masacre. Es la historia de un detective a quien una mujer le encarga resolver un crimen... Al adentrarse en este, sigue una cadena de hechos de variada índole: traición, corrupción política, masacres en predios de terratenientes, trampas y demás actos propios de la sordidez humana.
O qué tal, dice Mejía, que se lean La niña calva, la más reciente obra de Jorge Franco. ¿Qué esconden los vecinos de una casa que siempre ha guardado una historia misteriosa? Benjamín, su protagonista, arrastrado por la curiosidad, consigue escarbar y descubrir “una realidad escabrosa”.
Y para los adultos —libros que también pueden leer los menores—, recomienda La oculta, de Héctor Abad Faciolince, historia que comienza en el Suroeste antioqueño y termina en Nueva York.
Y El gran café de la juventud perdida, del premio Nobel de este año, Patrick Modiano.